Hace algunos años, mientras era aspirante a un puesto de alta dirección, me preguntó la persona reclutadora “¿Hay algo que quieras decir para concluir la entrevista?”. Respondí “Sí. Hay algo que quiero pedir. Confianza.”
Mi argumento estaba relacionado no con una exigencia inicial de prestaciones laborales, sino con el establecimiento desde origen de un terreno sólido en el que ambos (la organización y yo como parte de ella) nos beneficiáramos. Porque estoy convencido de que todas las relaciones, incluyendo las de trabajo, deben cimentarse en la coparticipación y confidencialidad.
En consecuencia, no fui contratado. No sólo porque quizás pareció ostentosa mi solicitud sino porque, para mi lamentable perjuicio, intervino un funcionario político en el proceso de reclutamiento y con un estirón de su poderosa mano provocó que se le asignara la vacante a otro postulante de su predilección.
Sin embargo, de esa experiencia rescato lo positivo, que fue abogar por las óptimas condiciones laborales con las que pudiera cooperar para el logro de los objetivos de la organización. Imagino el cómo habría estado yo en ese trabajo sin eso que estoy convencido que era esencial. Si ésa fue la razón de la negativa a mi contratación ¡Qué bueno que no me dieron el puesto!
La confianza de la que yo hablo tiene que ver
con algo más allá de las credenciales académicas
y la trayectoria profesional.
Corresponde al voto de fe que la empresa deposita en su plantilla, más aún cuando se trata de su equipo gerencial y agentes líderes. Sé que es algo intangible y subjetivo, pero si no fuera por su instinto los reclutadores evaluarían máquinas para la operación, no a personas.
¿Cuáles son las señales y alertas a las que debe atenderse? Tiene que ver con la primera impresión que provocamos, desde la higiene y el arreglo personal, sí. Tanto como el desenvolvimiento seguro y abierto en la entrevista, así como aspectos de la vida personal que puedan influir en el desempeño de quien ocupe una posición estratégica.
Después de que en E.U.A. se difundió la política de “Don’t ask. Don’t say.” referente a la orientación sexual entre los criterios de ingreso al servicio (prioritariamente) militar, la comunidad LGBT creyó sentirse invadida. Yo creo que no está de más preguntar. Pero también creo que éste no debe ser un juicio discriminatorio en el proceso de selección de aspirantes a cualquier actividad productiva.
Una vez me dijo un amigo “Todos los días estoy entre gente que tiene poco criterio de inclusión a la diversidad y en la empresa tal vez no haya persecución porque trabajamos con estándares internacionales y respeto a las garantías individuales. Pero tampoco quiero arriesgarme a que impidan mi crecimiento, si mi capacidad y conocimiento son mayores que ese aspecto de mi vida privada.”
Ahora –nuevamente– nos sorprende lo sucedido en el atentado del Estado Islámico en Orlando, Florida, pero hemos reflexionado ¿Cuántos prejuicios involucramos nosotros diariamente? ¿Quien está a mi lado es verdaderamente tan diferente a mí por nuestras orientaciones sexuales, profesiones de fe, orígenes étnicos, capacidades físicas e intelectuales, idioma? Y esencialmente ¿Me afecta?
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