Yo creo que sin líderes la Humanidad no habría llegado hasta este nivel de civilización. Con todo y los muchos y grandes errores a los que nos han arrastrado. Y sigue la mata dando.
Gracias a un líder los hombres que se refugiaban en cavernas salieron a casar bestias y, supongo que al menos uno los organizó de algún modo para enfrentar el reto, sobrevivir y regresar con comida. Gracias a una lideresa las mujeres cavernícolas mantuvieron encendida la llama de la hoguera (de ahí la referencia a lo que llamamos “hogar”) y cuidaron la descendencia del clan. Con el crecimiento exponencial de la población y los avances en el conocimiento este método de supervivencia se diversificó y tecnificó. Sin embargo, en algún punto perdimos el concepto de liderazgo que a todos debía beneficiarnos y ahora no se trata de la supervivencia sino de la superioridad.
Como sustantivo, el sujeto en un enunciado hace o recibe la acción de un verbo. Como adjetivo, un valor o calificativo es adjudicado al sujeto de un enunciado. Como uno u otro mucho se reconoce a líderes empresariales, sociales, políticos, económicos y hasta delincuenciales.
Pero si, en términos generales, ya no tenemos que salir al mundo preocupados por sobrevivir a las condiciones de la naturaleza, ¿cómo se impuso la supremacía del líder? Una palabra: poder.
Este ingrediente fermentó una receta en la que cada vez más y más atribuciones, facultades y beneficios se otorgan al ser líder, y de acuerdo a sus objetivos y anhelos, buenos o malos, es que los demás debemos de actuar. Siempre existe la opción de no estar de acuerdo, pero casi nunca hay mecanismos para lograr un cambio efectivo que resuene hasta la cúpula.
Ejemplos muchos. La autonombrada “autoridad” tiene la atribución de representar a la mayoría cuando es electo democráticamente y está facultado para tomar decisiones por ésta, sin embargo ¿con ello beneficia a la colectividad?
En Enero de 2015 tuve la oportunidad de charlar con el líder social Javier Sicilia, con quien debatía la fantasía nacionalista de los caudillos, es decir esas figuras de la historia oficial que se atrevieron a desafiar al poder, pese a poner su vida en riesgo, y que con sus obras de liderazgo son a quienes “les debemos la patria”. Y reflexionábamos ¿los disidentes de hoy serán héroes nacionales del futuro?
Hoy ¿quién se dispone a confrontar a un mal gobernante? No se entienda por la vía de las armas porque para eso presumimos de hacer uso del diálogo como nuestra mejor herramienta. La fórmula está dada en una sencilla malicia: Se establecen para los ciudadanos las vías de la legalidad (es decir, de lo que las leyes expresan y permiten), sí, pero éstas fueron elaboradas y aprobadas con guirnaldas de victoria por las mismas autoridades y, por ende, están estratégicamente planteadas para que haya “poder de manifestación” –regularmente en contra, porque para echar porras ya tienen los actos políticos– y para que no haya “poder de cambio”. Así nos pasó con la decepción de la propuesta de ley “3 de 3”. No necesito decir más.
Así que atención a quienes me lean justo ahora: si eres ciudadano, tenemos que encontrar una manera efectiva de participar en las decisiones que nos beneficien a todas y todos en la colectividad; si eres autoridad, no olvides que eres ciudadano.
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